domingo, noviembre 28, 2004

FuSióN FráGiL

La garra oscura tomó mi cuaderno, me lo arrebató, no sabía quien era. La biblioteca estaba vacía y yo yacía entre un altero de libros de diferentes temas.

Entre tantas torres no pude ver ni la sombra de aquella garra que se llevó mis anotaciones. Nadie pudo haber entrado en ella, era tarde y nadie andaba a esas horas en la escuela.

Moví la silla hacia atrás, el ruido hacia eco en el amplio salón. No tenía miedo. Soy fuerte, pensé.

Acomodé mi falda y me levanté de la silla, todo a mi alrededor estaba vacío y oscuro, pues la luz de la lámpara no era demasiado fuerte como para alumbrar toda la biblioteca. No veía nada, mas no estaba asustada.

De repente, el ambiente se llenó de un olor intenso, pesado, casi irrespirable, muy penetrante. Me adentré en los estantes de los libros, no podía ver nada, pero mi corazón estaba inquieto por saber de que monstruo se trataba con esa garra oscura.

No tenía miedo, pero mi corazón latía fuertemente por la emoción. Oí un ruido fuerte, las estanterías temblaban, la criatura había tirado uno de los instantes.

-¿Quién eres?- pregunté. Nadie contestó y eso dejó de moverse porque no se oía ya el roce con las cosas.

Me había escuchado, pensé, pero sabía muy bien que no se había ido tan rápido.


De repente se me vino a la mente, entre la oscuridad, que hacía ya unas horas me había fumado un cigarrillo y el encendedor me lo había guardado en mi pequeño abrigo. Lo busqué dentro de la bolsa. Lo saqué con mi mano derecha un poco sudorosa de la emoción por la que pasaba. El pulgar no me reaccionaba, el sudor hacía resbalar mi dedo sin arrojar chispa alguna.

Oí una respiración fuerte, algo asustada al parecer, porque era rápida e impaciente.

El roce de su propio cuerpo me hacía saber si esto se movía o permanecía inmóvil. Oí un movimiento rápido y después el deslizamiento de un metal contra el suelo. Sentí que algo chocó con mis zapatillas. No veía nada.

Traté en encender de nueva cuenta mi encendedor, ésta vez tuve éxito y me puse de cuclillas para ver lo que momentos antes había chocado con mis pies. Mi cuaderno estaba abierto, y en la hoja estaba escrito con crayola, un pensamiento que había hecho revolución en mi cabeza:

¡Mi realidad se fusiona con tu imaginación!


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