El cuerpo de ese hombre relucía bajo la luna, los rayos tocaban su piel con delicadeza. Vagaba entre los troncos buscando fuerza para poder seguir adelante, sus pies lentos y seguros tomaban rumbo sobre la tierra. Sus piernas marcaban cada impulso, cada reacción, eran fuertes y musculosas. Y así lo sigo observando de vez en cuando. Camina, corre, pasea y reposa en mi mente. Se hace invisible y vuelve a aparecer dejando sensaciones sobre mi piel. Ese hombre algún día me detendrá y observará que he estado mirándolo desde lejos hace ya bastante tiempo. Y entonces tomará una decisión y sus pies se enterraran en el claro mientras corro hacia él. Me amará, yo lo sé, y juntos nos haremos uno, un árbol de paz y entendimiento creceremos juntos y la luna brillará en nuestros retoños.
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viernes, septiembre 15, 2006
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